sábado, 19 de septiembre de 2009

El Vino y el Odre


MATEO 9:16-19 “16Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. 17Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente”

Los Odres son recipientes hechos generalmente de cuero de cabra u oveja, y algunas veces con cuero de buey o camello. Se hacían curtiendo y cosiendo la piel y cerrándoles las partes que cubrían las patas; solo se dejaba abierto el extremo del pescuezo, para introducir o vaciar el líquido. Se llevaban al hombro, para facilitar vaciarlos y tomar o vender el contenido del odre.
Los odres se dañaban con el calor y el humo, y se estiraban con el peso del líquido. El vino fermentado, especialmente, hacía que el odre se estirara. Una vez añejado el vino, no se agregaba más vino nuevo; si se hacía, el odre ya estirado literalmente estallaba. Por eso el vino nuevo siempre se colocaba en odres nuevos. De ahí las palabras de Jesús.

Jesús no vino para remendar el viejo sistema de nuestras vidas. El vino a darnos nueva vida, una vida abundante que no puede ser contenida dentro de las viejas formas. Precisamente, cuando seguimos a Cristo, debemos estar preparados para nuevas formas de vida, nueva forma de mirar las circunstancias, nueva perspectiva en cuanto al futuro, nuevo carácter, nuevo trato para con nuestros prójimos, nuevas maneras de mirar a la gente, nuevos métodos de servicio. En fin Dios quiere hacer todo nuevo en nuestras vidas.

El vino es aquello que por estar en la intimidad, no se ve, lo que se ven son los odres. El vino nuevo en odres viejos nos recuerda que, en el contexto en que originalmente Jesús usó esta metáfora, se suponía que el vino nuevo no puede ir en odre viejo porque lo reventará. La propuesta de Jesús es poner vino nuevo en odre nuevo. Entonces, la inquietud que nos anima es preguntarnos: en momentos cuando se precisan cambios, ¿qué es lo que debe cambiar? ¿el vino o el odre? ¿o ambos? Y nos quedan otras inquietudes: ¿y qué del vino añejo?, ¿no hay lugar para lo añejo que se resiste a morir y que como los buenos vinos añejos su riqueza aumenta conforme pasan los años?, ¿cuál es el espacio para este vino añejo?, ¿y cómo distinguir el vino añejo del vinagre, que es el vino rancio y que como tal deja de ser un verdadero vino? O será que debemos ponernos a tono con esta época y desechar lo antiguo y aceptar lo nuevo utilizando como lema lo que dice HEBREOS 8:13 “lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”.

Estamos viviendo un tiempo muy especial. Mientras no hay derramamiento del Espíritu Santo podemos pilotear nuestra forma de vida a media agua, pero cuando Dios se dispone derramar bendición es necesario que cambiemos para poder retener lo que Él quiere darnos.

Mientras que Jesús no se manifestó, los fariseos se mantenían con una forma de vida llena de religiosidad y apariencia (Hipocresía) Pero cuando el Hijo de Dios irrumpió en la escena de la vida les fue reclamado un cambio, los que lo aceptaron cambiaron absoluta y totalmente su forma de vida, esos fueron los que le siguieron sin condicionamientos, los otros fueron tratados como sepulcros blanqueados.

Dios quiere derramar su Espíritu Santo sobre tu vida, pero para poder contener lo que él está haciendo es necesaria nuestra disposición a ser transformados.

AMEN.

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